Ayer decidí desintoxicarme


Ayer decidí desintoxicarme

Ayer empezó hace más, en realidad. No estoy segura cómo delimitar la transición, pero lo cierto es que una cosa llevó a otra y acá me encuentro. Respirando un poco mejor, sintiéndome más liviana.

Cuando tenía unos 22 años, allá por el 2019, 2020, andá a saber, tuve una etapa fan-obsesionada-enferma con el minimalismo. Llegué a borrar muchas aplicaciones, incluso a cerrar cuentas en redes sociales, porque el peso que ocupaban en mi mente era muchísimo más grande que el átomo que representaban mis cuentas en internet. Salió bastante bien, debo decir. La pandemia quizás ayudó a intensificar mis momentos de lectura, de mirar películas, de explorar Wikipedia, tocar la guitarra o hacer cualquier cosa que me sentara bien. En 2019 recién llegaba TikTok a Argentina y recuerdo vívidamente descargarla, probarla por quince minutos y borrarla para nunca más —y aún puedo sostener— volver a instalarla.

Cuando me mudé a Italia, no tenía ni siquiera WhatsApp. Cuando la búsqueda de alojamiento empezó, necesité contactarme con gente adinerada que pudiese rentarme una habitación. Fue entonces, cuando me la volví a bajar.

Por aquel entonces, en Instagram sólo publicaba mis textos, alguna recopilación de fotos, nada más. El uso estaba al mínimo.

Eventualmente, conseguí un departamento. A medida que mi nuevo compañero de piso empezó a presentarme a sus amistades, conocí un número significativo de gente nueva. Mi pequeño círculo italiano comenzó a crecer y mi uso de redes sociales se volvió a incrementar, una vez más.

Perdoname si te silencié

Pasaron casi tres años desde aquel momento y acá me encuentro, viviendo en Amsterdam, borrando seguidores y seguidos de mi lista. De verdad, hoy por hoy, no necesito ver absolutamente cada segundo de todo lo que el resto del mundo está haciendo.

Me di cuenta que es muchísimo más satisfactorio recibir por privado un mensaje de alguna amistad que escribe, toma una foto o un video y me lo dedica sólo a mí –y quizás a tres personas más, pero yo ni me entero. Tengo activadas las notificaciones solamente para nuevos mensajes y prefiero mantenerlas así.

Cuidado, por supuesto que disfruto de consumir y pasar parte de mi tiempo viendo en qué andan mis amistades o qué publica un artista. Pero me alcanza con entrar un par de veces al día para averiguarlo. Prefiero mantener el misterio. De mí para con el resto, y del resto para conmigo. La intencionalidad hace todo más especial.

Extraño fumar

Empecé a fumar en enero del 2023, por una razón estúpida, como cualquier fumador lo hace.

Hace poco volví de Argentina después de tres semanas de vacaciones. Abrí mi valija en casa y acomodé mis 2 cartones de cigarrillos baratos que me acompañaron durante la vuelta. Fumé quince cajas en un mes y medio –el resto lo compartí con mis amigos– y desde entonces sólo gasté 11 euros en comprar una caja acá.

Decidí bajar la dosis porque sale muy caro fumar en este país, porque no me gusta el sabor de boca que siento en la mañana, porque sale muy caro, una vez más; y principalmente porque no me gusta haber perdido el control sobre mí misma. Detesto estar en el trabajo y que mis pensamientos me distraigan diciéndome: qué lindo sería salir a la calle a fumar un cigarrillo. ¿Mencioné que sale muy caro fumar en Holanda?

De todas formas, recuerdo y añoro un poquito esas conversaciones en bares con alguien importante del otro lado de la mesa, observándolos con mi cigarrillo en mano. Pensando. No me arrepiento de muchos momentos y hoy digo bueno, quizás cada tanto me de el lujo y la picardía de hacer una excepción.

Sentirme de 17 otra vez

Quizás irme unos once años atrás es demasiado, pero siento una gran satisfacción en ganar control. No es un control derivado de la obsesión, sino más cercano a la paz. De disfrutar del minuto a minuto sin ansiedad, sin ni siquiera ser consciente de que el tiempo está pasando. Encontrar tranquilidad.

Me persigue un cosquilleo que me hace sonreír. No sólo porque en las últimas semanas logré terminar dos libros que tenía pendientes y no tengo ganas de mirar reels; también porque conocí a alguien en una conferencia y sentí mariposas en la panza.

A veces las cosas se dan tan bien, y no se necesita tanto para que sucedan. Sólo hace falta estar presente en el espacio físico que compartimos con los otros. Caminar, sonreír, presentarse, conversar un poco. Buscar y encontrar la mirada del otro, no hay nada más lindo que hacer reír a alguien.

Y es así como en los últimos meses gané un poco de control sobre mí misma. Una vez más, perdón si te silencié en Instagram, es que pasaron un par de cosas.

vistiendo palabras

Mi nombre es Romina. Escribo relatos de ficción & no-ficción, crónicas y artículos. Coqueteo con el periodismo y la literatura. Amo los días nublados y el café.

Read more from vistiendo palabras
Rijksmuseum in Amsterdam

Desaparecida por dos años No tengo muy claro aún si esta es una carta a mi misma, justificando mi ausencia para con el teclado, o más bien, un saludo muy grande a vos que te estás tomando el tiempo de leer. Quizás ahí está el punto de la escritura, contarle una historia a alguien que entretenga por algunos minutos pero que también deje salir algo que el autor vino cultivando por mucho, mucho tiempo. Hace dos años me mudé a Amsterdam. La ciudad me consumió, de la mejor forma posible. Siento...

Punto final El pasado agosto, septiembre y octubre fueron cruciales. Anecdóticos, también diría. Hasta el día de hoy, con mi amiga M., citamos esos meses como el verano, donde fumábamos cigarrillos en cada pausa que encontrábamos y nos quedábamos a tomar alcohol en el bar después del trabajo. Casi todos los días. Fue divertido en la superficie, pero con el pasar de las semanas se convirtió en un disfraz para las verdaderas cosas que a ambas nos estaban atormentando. Un cinco de agosto, mi...

amsterdam

Me quiero comprar una casa Mentira, un departamento. Por primera vez estoy coqueteando con la idea de comprar una propiedad en unos años. Jamás me imaginé pensándolo, pero también es cierto que nunca lo descarté. Mientras más vivo esta ciudad más pienso en cuál sería el barrio donde me gustaría estar. Hay calles y lugares tan hermosos que no me canso de mirarlos. Cada momento yendo y volviendo del trabajo en bicicleta por medio de una ciclovía gigante, tomando trenes que pasan cada 15...