Punto final


Punto final

El pasado agosto, septiembre y octubre fueron cruciales. Anecdóticos, también diría. Hasta el día de hoy, con mi amiga M., citamos esos meses como el verano, donde fumábamos cigarrillos en cada pausa que encontrábamos y nos quedábamos a tomar alcohol en el bar después del trabajo. Casi todos los días. Fue divertido en la superficie, pero con el pasar de las semanas se convirtió en un disfraz para las verdaderas cosas que a ambas nos estaban atormentando.

Un cinco de agosto, mi pareja me citó en un bar de Amsterdam Centraal para decirme que me amaba pero que no podía continuar más con la relación. ¿Por qué? Porque a veces el amor no es suficiente. Aún digo esta frase sin creerla completamente, porque siempre me consideré una romántica esperanzada en resolver cualquier cosa, en especial cuando los sentimientos son reales. Esa es la forma en la que me crié, con amor incondicional. Creí que con P. podríamos lograr tener todo, pero lo único que no pude solucionar fueron sus propias inseguridades.

Me enseñaste a amar, fue una de las últimas cosas que me dijo esa noche, cuando después de despedirnos en la estación de tren, llegué a mi casa y decidí tomarme un Uber hasta la suya, porque no podía quedarme sola en mi propia cama. Teníamos que vernos, necesitaba más. Cuando estoy por llegar, le envío un mensaje de texto:

revisa tu correo

El buzón?

Y cuando baja las escaleras, yo estaba de pie en la puerta, esperando. Sonrió y me dijo: Vení, vamos adentro.

En septiembre recibí el tipo de llamada que cualquier persona que se va a vivir al exterior desea no tener. Mi mamá no estaba bien, y recuerdo que M. me dijo esa mañana que compre el pasaje a Argentina, que en el trabajo me iban a apoyar.

Estaba en la recepción mirando vuelos y terminé encontrando uno para la semana siguiente. Schiphol - Ezeiza. Sin escalas. El precio era económico considerando los plazos de tiempo. Le escribí a mi jefe preguntando si tenía un momento porque necesitaba hablar con él.

A los 10 minutos lo tenía en la recepción conmigo. Le expliqué lo que le había sucedido a mi mamá y en el medio del relato me interrumpió para decirme: Romi, ¿querés ir a Argentina? Comprá el pasaje ya. Buscá los vuelos.

Ya encontré uno, le respondo. Compralo, me dice, no te preocupes por nada, andá a ver a tu familia.

Siempre valoré muchísimo a este muchacho holandés que se convirtió en mi primer jefe en este país. Pero nunca olvidaré el día en el que se afianzó aún más como mi amigo.


Dos días antes de irme a Argentina, me encontré con P. después de un mes sin saber nada de la otra persona. Nos juntamos en un bar a las 18, y durante las siguientes cuatro horas nos actualizamos nuestras vidas, contamos anécdotas, nos reímos y coqueteamos. Con la misma química que tuvimos desde el día que nos conocimos en el ascensor del hotel. Nada había cambiado.

Parecía estar implícito el hecho de que dormiríamos en la misma habitación. Se sentía en el aire, en cada momento que nos mirábamos a los ojos. Aún teníamos esa conexión que nunca jamás sentí por nadie y aún creo, es recíproca.

A la mañana siguiente nos despedimos cuando P. tomó el bus para ir a trabajar. Cuídate mucho en el viaje, me dijo. Nos vemos a la vuelta, respondí.

Octubre fue siempre muy especial para mí. Pero en los últimos años, logró tener aún más peso en mi vida. Octubre en Europa refleja el pico de mi estación favorita: el otoño. Amsterdam en otoño es preciosa, al igual que Italia en Piemonte, con su paleta de colores y aire fresco en las calles.

Octubre es el mes que emigré de Argentina en el 2021, y también el mes en el que llegué a Amsterdam en 2022 y conocí al grupo de gente que hoy considero mis amigos; en una ciudad en la que quiero vivir a largo plazo.

Octubre es el cumpleaños de mi mamá.

Octubre 30, el día que llegué a Amsterdam, fue también el día que conocí a P. en el ascensor. El pasado 30 de octubre me sentía un poco nostálgica, pensando en todo lo que significaba esta fecha, este período. No tuvimos contacto desde esa mañana antes de irme de viaje. La noche del 30 de octubre, en un momento de debilidad, le escribí.

A la mañana siguiente, tenía una respuesta de P.

Tres horas más tarde, unas fotos. Media hora después, un chiste, otro coqueteo. Mi entusiasmo volvía a encenderse porque lo cierto es que nunca quise que nos separemos. Incluso P. se refería a lo que pasó como when we split up y no broke up, marcando la diferencia en el significado entre algo que se "separa" y no algo que se "rompe". Lo nuestro no se había roto, nunca completamente.

Se fue el sol y el mismo patrón surgió: P. me invitó a un bar. Por supuesto que dije que sí, siempre iba a decir que sí.

Pero esta vez, a mitad de la noche, había algo distinto en el aire. Nos sinceramos, quizás demasiado. Yo le dije todo lo que aún sentía, que nada había cambiado.

P. sólo lloraba, mirándome a los ojos y diciendo fuck, fuck por lo bajo.

Cuando terminé de hablar, P. me toma de las manos y me dice: No puedo besarte esta noche.

Hoy por hoy no puedo escribir la razón que P. usó para no besarme. Lo que sucedió después, fue atravesar por el dolor más grande que nunca sentí en cuestiones de amor. Estaba rota completamente. La mañana siguiente, no pude ocultar nada en mi rostro y en la apertura del turno le conté a M. todo lo que sucedió la noche anterior con P.

M. me abrazó, me contuvo. Unas horas más tarde, yo estaba fumando en la puerta de la recepción y al levantar la vista veo a M. caminando por la calle con un ramo de flores, un café y una tarjeta para mí.

Pasaron más de siete meses y aún tengo los mismos sentimientos. Algunas cosas están más calmas en mi mente, pero la esencia de todo sigue siendo la misma. El amor sigue siendo el mismo, aunque a veces parece no ser suficiente.

Lo que más me llevo de agosto, septiembre y octubre, es el cariño de mi familia y mis amigos. El estar en los momentos importantes. Dar un abrazo, regalar unas flores, acompañarnos cuando más lo necesitamos.

Estoy feliz de haber estado con mi familia durante dos semanas en las que nos hacíamos mucha falta. Y estoy feliz de haber vuelto a la ciudad donde pertenezco, con mis historias y mis amigos. Todo lo demás, va y pasa. Pero sobre todo, vuelve. Siento que ninguna historia se cierra completamente hasta que de verdad sentís que terminó. Y quizás, lamentablemente para mí, aún tengo algunos párrafos sin punto final.

vistiendo palabras

Mi nombre es Romina. Escribo relatos de ficción & no-ficción, crónicas y artículos. Coqueteo con el periodismo y la literatura. Amo los días nublados y el café.

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